lunes, septiembre 25, 2006

DE SON A SON

Son Gubidxa: Rosita. Autor: Juan Stubi. Track 5
canción popular de Juchitán, en zapoteco

Por Luis Manuel Amador
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A quienes fuimos testigos de los ensayos y arrebatos musicales registrados en casa de Anastasio Hernández nos costaba trabajo pensar que el grupo sobreviviría un año. Corría el mes de octubre de 1995. Las razones, contradictoriamente, eran la estrechísima amistad de quienes comenzaban a reunirse en torno de ese misterioso proyecto sin nombre y los forcejeos del talento en común unido a una rara disposición para acordar sus términos musicales definitivos. Los que se reunían entonces llevaban años de recorrer diversas agrupaciones artísticas en el Istmo de Tehuantepec, cada uno por su lado, y mucho más tiempo de conocerse en la amistad generosa amparada por discos escuchados, guitarras, versos, amigos y nombres de muchachas.
Tiempo después la mitad de los miembros originales, desesperados, desidiosos o cuya batería agotó sus reservas, se dedicó a otra cosa y colgó su instrumento en un armario, firmó contrato con otro grupo musical o se alejó de los micrófonos y de las citas para los futuros ensayos. Algunos asumieron la apuesta arriesgando sus dos únicos capitales: la certidumbre de la determinación y su amor por la música. En 1997 el grupo asistió, a iniciativa de Chuchumbé A.C. (organización musical pro rescate y promoción del son tradicional veracruzano), como invitado al IV Festival de Música Tradicional Jarocha. Ese fue el comienzo de una serie de presentaciones en público de Son Gubidxa en la escena que le correspondía.
El grupo se fue asentando y madurando en su propuesta. Quienes asistimos a sus primeros ensayos ya no podíamos permitirnos la libertad de dejar de seguirlos, de escucharlos cada vezque pudiéramos, así fuera sobre los foros públicos o en el patio de una casa. Así, nuestro escepticismo del principio se hizo el reclamo de un disco que les pedíamos todos cada vez, más desesperados por su posposición que ellos por editarlo. Tuvieron que pasar más de diez años para que este grupo juchiteco grabara su primer disco: De son a son... un homenaje, y el resultado ha valido la pena. Integrado por doce piezas musicales, esta grabación recoge diversas voces del panorama musical oaxaqueño (istmeño) y veracruzano. Si la voz de los poetas también es parte de la música regional del Istmo y del Sotavento, ¿por qué no incluir poemas, musicalizados o hablados? Si el anonimato amenaza con sepultar a los poetas que, sin leer ni escribir (Pedru Baxha, Juan Stubi), dejaron sus luminosas canciones como testimonio de su paso por la tierra, ¿por qué no considerar su inclusión en un disco de música? Esto es parte de lo que ha realizado Son Gubidxa, porque también es un homenaje a los poetas que han aprendido a considerar como suyos y de todos.
Hay igualmente alguna pieza, de entre las doce, que son obra de un compositor singular y brillante que nació en Jáltipan: David Haro. El día de la presentación del disco en Juchitán, el cantautor veracruzano —entusiasta de esta agrupación istmeña— no se conformó con cantar con ellos en el foro; asumió el papel de un animador antisolemne que subió cual rumbero con maracas en mano ante una multitud que no cesaba de bailar.
Son Gubidxa es una extraña y afortunada suerte de fusión que promueve y contagia, donde se pare, los ritmos afrocaribeños y la música del Istmo de Tehuantepec (en español y en zapoteco) con los aires del sotavento. Son Gubidxa significa Son del sol, “la ambivalencia del término nos lleva a concluir, por una parte: hijos del sol, y por la otra: canto del sol”, que da testimonio de los sonidos del mundo, de las “alegrías y tristezas que cotidianamente acontecen”, apunta Jorge Katz.
En el camino musical que les ha correspondido, los integrantes de Son Gubidxa han decidido seguir siéndole fieles a las raíces compartidas del mestizaje sobre la tierra, y ahora, bajo la luz del árbol solar del trópico, este es el primer disco que certifica con creces la apuesta de los que se reunieron hace más de diez años a ensayar su derrotero en un pueblo donde las fiestas y la música nunca terminan.~










martes, septiembre 05, 2006

EL 5 DE SEPTIEMBRE DE EDUARDO MATA

Luis Manuel Amador
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Un músico nació en la Ciudad de México el día que una ciudad de Oaxaca conmemoraba la victoria contra una invasión militar en su incursión fallida. El 5 de septiembre de 1866 el pueblo de Juchitán libró la batalla donde venció al mejor ejército del mundo en l siglo XIX. Ahora, en 2006, Juchitán de Zaragoza asumirá el adjetivo "Heróica" como prefijo. La ceremonia oficial para la erección del nombre se pospuso y, mientras todo sucede, el músico nacido en la misma fecha continúa viviendo en la voluntad de la memoria y de un acervo musical. La Fonoteca Eduardo Mata comparte una semblanza de este maestro, oaxaqueño adoptivo, que por devoción hizo de Oaxaca su ritual de pasaje para consagrarse a la música.
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Eduardo Mata Asiaín nació el 5 de septiembre de 1942, en México, D.F. y fue un reconocido músico y director de orquesta. Estudió composición en el Conservatorio Nacional, donde fue alumno de Carlos Chávez. Fue jefe del Departamento de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), de 1965 a 1972, y asesor artístico y director de Ópera del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) durante los años 1972-1985.
Fue director residente en el Festival del Berkshire Music Center (1964), director permanente de la Sinfónica de Guadalajara, director artístico de la Sinfónica de la UNAM (que transformó en Filarmónica), director residente de la Sinfónica de Phoenix (1974-78), director musical de la Sinfónica de Dallas(1977-), director temporal de la Sinfónica de Londres (desde 1974) en giras por Bulgaria, Austria y México; director invitado de la Juvenil Italiana (1986-87) y director huésped de diversas orquestas de Alemania, Japón, Suecia, Dinamarca, Italia, España, Holanda y los Estados Unidos de Norteamérica. En 1986, durante el Festival Internacional Cervantino, dirigió los conciertos de Brandenburgo con una orquesta de cámara formada expresamente para esa presentación.
Autor de Trío para Vaughan Williams (1957), Sonata para piano (1960), Improvisaciones para clarinete y piano (1961), Sinfonía N° 1, Clásica (1962), la Suite para Ballet Dévora (1963), Sinfonía N° 2, Romántica (1963), el Ballet Los Huesos Secos (1963), Improvisación para cuarteto de cuerdas y piano a cuatro manos (1964), Aires (1964), Improvisación para violín y piano (1965), Sonata para Cello (1966), Sinfonía N° 3 para alientos y como obligado (1966), entre otras obras. Fue miembro de El Colegio Nacional desde 1984.
Eduardo Mata llegó a la ciudad de Oaxaca a los 5 años de edad cuando su padre, Federico Mata Sarmiento, fue nombrado Jefe de Hacienda por el presidente Miguel Alemán.
Don Federico Mata nació en Oaxaca, en el Barrio de los siete príncipes. Después de una prolongada ausencia regresó a su tierra natal junto con su esposa, Ana María Asiaín, y sus hijos Federico, Ana María y Eduardo.
Eduardo Mata inició su educación musical en Oaxaca, al escuchar a la Banda de Música del Estado en los días cuando acompañaba a su nana a las clases de música de ésta. A la edad de 11 años regresó con su familia a la Ciudad de México.
A pesar de sus múltiples compromisos, siempre se dio tiempo para regresar a la tierra de su infancia. A la edad de 16 años dirigió a la banda de música del estado en un concierto dominical.
En 1976 trajo al Teatro Macedonio Alcalá, a la Orquesta Nueva Filarmónica de Londres. En 1982 volvió a inaugurar el Festival de Primavera, para celebrar los 450 años de la fundación de la ciudad de Oaxaca, así como cada año, hasta 1985, para dirigir la Banda de Música del Estado y a una pequeña orquesta integrada por músicos oaxaqueños, en el Teatro Álvaro Carrillo. Entre fines de los ochenta y principios de los noventa apoyó al Patronato para la restauración del órgano de Tlacochahuaya.
En Octubre de 1993 dirigió a La Camerata y al pianista Alberto Cruzprieto en el exconvento de Santo Domingo (concierto que quedó grabado en un disco compacto). Después de ese concierto firmó ante notario su ingreso como miembro del Pro-Oax, para sumarse a los trabajos de esta Asociación Civil.
En 1994 dirigió a los solistas de México, a beneficio de la restauración del Teatro Macedonio Alcalá, de Oaxaca. Desde que regresó a su país, en 1993, Mata tenía en mente múltiples proyectos: volver a la composición, impartir seminarios de dirección orquestal, formar músicos mexicanos, dirigir obras de nuevos compositores nacionales, realizar giras internacionales con solistas de México, grabar una serie integral de música Iberoamericana. Uno de los proyectos que más lo entusiasmó fue la fundación de una fonoteca y una escuela de música en Oaxaca.
El 4 de enero de 1995 una aeronave Piper Aerostar pretendía surcar el cielo por la ruta que va de Cuernavaca a Dallas. Tras despegar de la pista, el aeroplano sufrió la avería de un motor y se estrelló intentando, en vano, un aterrizaje forzoso. Eduardo Mata no era pasajero de la nave que cobró la vida de las personas a bordo del vuelo: él conducía la nave, y no hubo sobrevivientes. La muerte lo sorprendió dos años antes de ver realizado uno de sus anhelos, la fonoteca que hoy perdura gracias a su generosidad, y que lleva su nombre.
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Primer movimiento (Allegro, 5:14). Symphony No 9 in E-flat Major, Dmitri Shostakovich. The Dallas Symphony Orchestra. Director: Eduardo Mata