viernes, agosto 25, 2006

LA VANGUARDIA ES UN CALLEJÓN SIN SALIDA

Por Rodrigo Carrizo Couto
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Pianista, cantante, arreglista y director de cine, el francés Michel Legrand es, sobre todo, uno de los grandes compositores de música para películas.
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Michel Legrand pertenece a esa extraña categoría de músicos cuya obra es conocida en los cinco continentes, pero pocas son las personas que podrían ponerle nombre o cara al autor de esas melodías. Nacido en París en 1932 en el seno de una familia de la burguesía armenia de la diáspora, Legrand se formó como pianista clásico bajo la dirección de Nadia Boulanger (quien tuviera alumnos tan célebres como Astor Piazzolla, Egberto Gismonti o Quincy Jones). Comenzó su carrera en el jazz y la canción popular para más tarde dedicarse al cine trabajando con Jean-Luc Godard, Claude Lelouch, Louis Malle o Robert Altman. Reinventor de la comedia musical junto a Jacques Demy (Las señoritas de Rochefort o Los paraguas de Cherburgo), Legrand ganó tres oscars por la música de Verano del 42, de Robert Mulligan; El Caso Thomas Crown, de Norman Jewison, y Yentl, de Barbra Streisand. El veterano músico no es un hombre que se trague las palabras ni caiga en la falsa modestia. Calificado de “intransigente y sin ninguna diplomacia”, Legrand recibió a Babelia antes de su concierto en el Casino de Montreux.

PREGUNTA. Usted tuvo una relación muy especial con el gran pianista Bill Evans, quien interpretó y grabó muchas de sus composiciones. ¿Cómo nació esa relación?

RESPUESTA. Bill Evans descubrió mis temas a través de un editor que era un amigo común y se convirtió con el tiempo en uno de los mejores embajadores de mi música. Bill me pidió que le compusiera un concierto para piano y orquesta. Pero me dijo: “Por favor, hazlo fácil de leer y tocar porque no tengo mucha técnica”. Lamentablemente, murió antes de que pudiera hacer su sueño realidad.

P. Su actividad es apabullante. Director, pianista, compositor, arreglista, cantante e incluso cineasta. ¿Cuál es su secreto?

R. Lo que me interesa es evolucionar en todas las disciplinas posibles en música. Yo quería saber orquestar, arreglar, tocar jazz y clásica, cantar y trabajar para la televisión y el cine. Yo quería saberlo todo. De hecho, mi trabajo se divide en fases muy claras. Durante los años cincuenta me dediqué a la industria del disco, con trabajos en Francia y Estados Unidos. En los sesenta trabajé para los cineastas de la nouvelle vague con los que compuse la música de más de cien películas. En los setenta fue mi periodo americano. Tuve suerte, mi primera banda sonora allí ganó un oscar. Fue El Caso Thomas Crown, y ese premio me abrió todas las puertas. Cada fase me ha permitido explorar una disciplina diferente. Puede decirse que soy un debutante perpetuo. Cuando alcanzo la gloria en una determinada rama de la creación, me paro. A llegar a la cumbre de un arte es muy fácil ir cuesta abajo.

P. Un compositor español de música de cine dijo una vez que si la música de una película es memorable o toma demasiado protagonismo está mal hecha. ¿Qué le respondería?

R. Ese hombre debe ser un imbécil. Lo principal en la música de cine es que sea bella, que sirva a la película y que se tenga en pie fuera de la pantalla. La música de cine debe poder tocarse fuera del contexto de una proyección, si no es que algo falla. Es un segundo diálogo, que nos habla y nos dice cosas. En ese diálogo está la esencia del trabajo del compositor.

P. ¿Hay compositores actuales de cine que le interesen?

R. No encuentro a ningún buen compositor de cine hoy día. Sólo quedan John Williams y Ennio Morricone, aunque éste últimamente a veces me aburre.

P. Su obra se mantiene en general dentro de la tonalidad más clásica y melódica. ¿Cuál ha sido su relación con las vanguardias del siglo XX?

R. Las conozco muy bien. La vanguardia musical es un callejón sin salida. El atonalismo, el serialismo y las músicas experimentales están muertas. La obra de gente como Boulez o Stockhausen me parece a menudo algo muy parecido a una estafa. Lo bueno es que comenzamos a darnos cuenta del fraude. Pienso que el lenguaje futuro de la música estará cercana al trabajo de los grandes maestros del pasado. Pocos son los compositores de hoy que sepan improvisar una fuga a cuatro voces a la manera de Bach. Hay que saber hacer las cosas de la forma canónica, si no uno no puede crecer ni considerarse un verdadero creador.

P. ¿Cuáles son sus proyectos actuales?

R. Ahora estoy fascinado con la idea de montar comedias musicales para la escena, tras todas las que hice para el cine. Trabajo en una serie de musicales que se estrenarán en París, Londres y Nueva York. Uno retoma el tema del Conde de Montecristo y el otro habla del caso Dreyfuss.

P. ¿Cree que su música le sobrevivirá dentro de 50 años?

R. No me interesa la eternidad. No tengo ninguna ambición de dejar "obra" detrás. ¡Lo único que me gustaría poder dejar al morir son deudas! (risas).
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Fuente: Babelia, suplemento semanal de El Pais, España, sábado, 26 de agosto, 2006
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