jueves, noviembre 16, 2006

CONCIERTO PARA NIÑOS SORDOS

Aturo Espinosa


Aunque suena imposible, la Orquesta Juvenil del Estado de México ofreció el martes por primera vez un concierto para sordos que inundó la Sala Felipe Villanueva no sólo de melodías, sino de globos y felicidad callada.
No fue un concierto común, pues los 300 niños con discapacidad auditiva que participaron en él, "escucharon" la música de una manera muy peculiar... a través de los globos inflados. Todos los niños y sus papás sostuvieron la esfera entre sus manos; pasados unos segundos, las sonrisas no se hicieron esperar cuando el sonido de los instrumentos hizo vibrar los globos para permitirles "sentir" el concierto. Algunos de los menores se instalaron en la duela donde se coloca la orquesta para percibir mejor las vibraciones. Los aplausos de los menores no se hicieron esperar, al estilo de los sordomudos: levantando las manos y moviendo sus dedos en silencio. Fueron tres las piezas que se interpretaron en el recital, que tuvo una duración de 50 minutos, el Huapango, de Moncayo, La fuerza del destino, de Verdi y una obertura de la Sinfonía en Mi menor de Dvorak. Además, los jóvenes músicos también mostraron a los niños sus instrumentos, desde las violas y violines, hasta el arpa y los fagotes. "No me dijeron que era para niños con discapacidad, me dijeron que era un concierto didáctico. Estoy muy emocionado porque espero que les sirva", explicó Héctor Sámano, violinista de la orquesta que reúne a 70 músicos.
Lorenzo Medina, coordinador del Programa de Discapacidad y Cultura, explicó que los globos inflados tienen una estructura similar a la del oído humano, pues vibran con el sonido. "No puedo mentir, no pueden escuchar la música, pero sí pueden sentir los sonidos y las vibraciones de los instrumentos, además de que los acerca a la formación de una orquesta en un escenario. "Ésta es la primera vez que hacemos esto y esperamos que dentro de su silencio les guste este mundo maravilloso", comentó Medina.


Fotografía © Víctor Zubieta
Tomado del diario Reforma, 16 de noviembre de 2006